Thursday, August 23, 2007

Lágrimas


Cuando decidí que ya había sido suficiente de llorar. Cuando esa noche pensé que serían mis ultimas lágrimas...
Me levanté de la cama. Me prometí que ya bastaba con tanta pena.
Que todo el dolor se había ido disimuladamente envuelto entre las gotas de a poco, como para ir alejándose de mis manos.

Había pasado ya por tanto. Había llorado tantas veces, que ésta vez en realidad ya no valía la pena.
Y entonces me senté a no llorar más.

Me quedé quieta, porque el movimiento a veces provoca más dolor y es entonces cuando las lágrimas todas juntas se empujan y se pelean por salir.
Entonces me quedé quieta.
Y sin poder dormir, ni hablar. Y mucho menos llorar de nuevo.
Por un momento se sintió raro. Raro el no poder decir. El no poder contarle a nadie que había decido parar de llorar... y que con mucho esfuerzo hasta creía que me estaba funcionando.
No quise, de cualquier modo, tentar mi suerte, porque ya sabía yo que parar es difícil y muchas veces uno puede caer en la tentación de seguir despilfarrando lágrimas.
Entonces me quede sentada un buen rato.
Estaba quieta. Estaba oscuro. No escuchaba siquiera mi respiración.

Después de un rato quise moverme.
Ya me dolían las piernas de estar sentada tan quieta.
Ya me parecía que podía, sin ningún peligro de reincidir en mi tristeza, volver a acostarme.
Todo eso pensé. Y en realidad, no hubo caso.
Me acosté y apenas puse la cabeza en la almohada, vi, muy de reojo, una lágrima.
Una lágrima brillante, plateada y eternamente decidida a caer lentamente, resbalar por mi nariz y hacer un ruido terriblemente ensordecedor al estallar en mi almohada.
...lo suficientemente cerca, como para que el sonido me resonara durante todo el resto de la noche, que pasé llorando.

Monday, August 13, 2007

726 horas


Alguien me dijo que necesitaba tiempo.
Que quería contármelo todo, pero que todo era muy largo, y entonces necesitaba tiempo.
Y yo pensé que podíamos irnos de viaje a algún lado lejos, porque esos son los lugares en donde los días tienen mas horas, y el tiempo siempre es suficiente para contar cosas.
Calculé los días... conté las horas que íbamos a necesitar para que alcanzaran y sobrara alguna que otra para poder tomar un té caliente todas las noches... Calculé también que a la mañana necesitaba tiempo para darme un baño y para estar en silencio durante al menos una hora.
Sumé todas las pausas que él generalmente hace antes de empezar a hablar...
Conté los minutos de indecisión, las horas de sueño, las interrupciones normales que suelen haber cuando hay gente alrededor.
Agregué unos segundos para alguna que otra sonrisa silenciosa... y veintidós minutos de lágrimas ininterrumpidas, por lo menos una vez por día.
Me pareció apropiado reservar un poco de todo ese tiempo para descansar... para permanecer abrazados en silencio, y para todas mis interrupciones distraídas por alguna situación cotidiana que pudiera alterar mi atención.
Decidí sumar los ratos para estar hechados, los minutos en los que yo sé que él está pensando algo, aunque no sepa muy bien qué. Y calculé que tal vez necesitaba tiempo extra para entenderlo.
Pensé que debía sumar algunas horas para los razonamientos sin sentido, para las conclusiones apresuradas, y para los finales inconclusos.
Sumé los minutos de puesta de sol, los segundos que se pierden en tomar mate entre palabra y palabra y los que se invierten tarareando alguna vieja canción que nos recuerda a nosotros.
Agregué a la lista los besos cálidos que podían durar minutos, o hasta horas... y algún que otro rato para las sonrisas cómplices.
Algunas horas para las dudas infundadas, para las preguntas retóricas y para las respuestas simples.
Sumé toda una noche que seguramente íbamos a pasar tomando un vino y de paso agregué unas horas más para poder dormirlas al día siguiente.
Conté las horas de siesta, por las dudas que quisiéramos acostarnos alguna tarde, y también las que necesitaríamos para cocinar todas las noches.
Sumé los seis minutos que duraban mis dos canciones preferidas, para poder escucharlas sin interrupciones
...y agregué tres minutos mas, por si quería repetir alguna.